Cuando piensas en correr por placer, salud o comunidad, probablemente no imaginas que alguien podría verte como sospechoso o intangible ante la ley. Pero para muchos inmigrantes latinos en Los Ángeles, simplemente salir a correr se ha convertido en un acto cargado de riesgos y resistencia.
En el contexto de redadas migratorias más agresivas, grupos locales de corredores han transformado sus rutas en espacios de solidaridad: alertan sobre operativos, acompañan a sus compañeros y mantienen la unidad como fuerza colectiva. En este blog te compartimos cómo surgió esta forma de resistencia deportiva y qué lecciones deja para toda la comunidad migrante.
El origen del club y la nueva necesidad
Iris Delgado fundó hace dos años el Huntington Park Run Club, un proyecto pensado para unir corredores latinos en su vecindario y promover infraestructura básica como pasos peatonales y carriles bici. Pero cuando las redadas migratorias empezaron a intensificarse, el club adoptó un rol más urgente: convertirse en vigía de su propia comunidad.
Cada carrera ahora incluye medidas de protección:
- Un organizador en bicicleta acompaña al grupo para vigilar que todos estén, alertar sobre agentes de inmigración o puntos peligrosos.
- Se distribuyen volantes y tarjetas legales en español que informan sobre derechos y alertan sobre redadas.
- Se documentan redadas cuando ocurren y se invita a quienes corren solos a no alejarse demasiado de zonas seguras.
Este nuevo rol comunitario convierte al club de corredores en una red de protección mutua.
Correr como forma de protesta y de presencia
Para los integrantes del club, seguir corriendo, a pesar del riesgo, es una declaración de pertenencia. Evelyn Romo, corredora que volvió a su ciudad tras estudiar, dice:
“Salir a correr en estas calles es una forma de protesta, es una forma de resistencia.”
El club ha mantenido todas sus carreras planificadas, sin cancelaciones, porque consideran que quedarse en casa equivale a ceder espacios públicos por miedo.
Además, sus miembros han observado cómo las redadas ocurren cerca: en estacionamientos de tiendas grandes, cerca de escuelas o incluso en eventos comunitarios. Esa cercanía obliga a los inmigrantes a estar siempre alertas.
Riesgos reales: más allá del miedo
No se trata solo de temor simbólico. En el condado de Los Ángeles, un tercio de los 10 millones de residentes fue nacido en el extranjero — muchos de ellos latinos. Las redadas han atrapado no solo personas sin estatus migratorio, sino ciudadanos y residentes con documentos.
Un caso emblemático es el uso de explosivos para abrir puertas en casas donde vivían familias. Las consecuencias parecen confirmar que para algunos agentes migratorios no importa si eres padre, trabajas legalmente o eres parte activa de la comunidad.
Para muchos inmigrantes, correr es doble riesgo: exposición al exterior y vulnerabilidad por su estatus.
Solidaridad como escudo comunitario
Pero precisamente esa vulnerabilidad ha generado una respuesta organizada. Algunas de las acciones comunitarias que han surgido son:
- Crear comités locales de alerta, donde miembros reportan avistamientos de agentes de inmigración en tiempo real.
- Capacitar a los corredores para documentar redadas con teléfonos móviles, de forma segura y respetando los derechos de quienes son capturados.
- Crear fondos comunitarios para ayudar a jornaleros detenidos o que han perdido días de trabajo por redadas. Ese fondo ya ha recaudado miles de dólares.
- Difundir información legal básica entre los negocios y vecinos del circuito de carrera para que sepan cómo actuar si los agentes llegan.
La solidaridad funciona como escudo: si una persona es detenida, otras pueden intervenir o alertar a abogados y organizaciones de derechos humanos.
Qué pueden aprender otras comunidades migrantes
Este caso de los corredores latinos en Los Ángeles ofrece lecciones útiles para comunidades migrantes en otras ciudades:
- Organización local convierte la vulnerabilidad en fuerza. Estar conectados permite reaccionar rápido ante operativos.
- Informar y educar salva vidas. Difundir derechos y protocolos legales reduce el riesgo de abuso.
- Presencia en el espacio público importa. Ceder calles, parques o recorridos por miedo implica invisibilidad. Resistencia pacífica también es visibilidad.
- La cultura y la actividad diaria (como correr) pueden ser formas de defensa. Lo cotidiano se vuelve estratégico cuando hay amenazas.
Para muchos inmigrantes latinos en Los Ángeles, correr ya no es solo una actividad física: es un acto de valentía, solidaridad y resistencia. En medio de redadas migratorias crecientes, comunidades como la del Huntington Park Run Club demuestran que colectivamente podemos protegernos unos a otros, informarnos y seguir reclamando espacio público, sin rendirnos al miedo.
Si conoces grupos similares en tu ciudad o comunidad, conéctate con ellos. Comparte esta historia para que otros vean que la resistencia también tiene formas silenciosas, constantes y potentes.
0 Comments